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Mar Adentro

Un hermoso cambio de registro

¿Quién soy yo para juzgar a los que quieren vivir?
Ramón Sampedro

La muerte vista desde la vida. El deseo de morir, el deseo de una dignidad asociada a esa muerte, desde la perspectiva de quien no puede moverse solo.
Si pensamos en los temas, no se trata de un elemento tan alejado de Los Otros (la vida vista desde la muerte), pero el cambio de registro en la filmografía de Alejandro Amenábar es tremendo y esta vez nos enfrentamos a un drama con todas las letras, a un Drama con mayúscula, una experiencia de lágrimas garantizadas, de ideas y sentimientos encontrados.

Un viaje crudo, una realidad matizada con toques de ficción, y un tono naturalista en la fotografía (una nítida pauta de luz natural y talento, del multipremiado Javier Aguirresarobe) que muestra claramente que se trata de un proyecto que no pretende alejarse (ni en forma ni fondo) del tema narrado: el deseo de morir por parte de alguien que simplemente no desea vivir en las condiciones que tiene; alguien capaz de luchar casi 30 años por un deseo doloroso, poderoso; una historia de amor, de amores, de un amor complejo, tan complejo como la dualidad de ayudar o no con la muerte y amar la vida a un mismo tiempo.

La premisa de la historia narrada es ya conocida (al menos en España, el primer ámbito de impacto del film): Ramón Sanpedro, tetrapléjico, lleva ya casi treinta años recostado en una cama, al cuidado de su familia y conocidos. Su única ventana al mundo es la de su habitación, cerca del mar (el mar donde de joven viajó, el mar que le llevó por el mundo, el mar que le dio la vida y se la quitó, el mar donde el accidente terrible le permitió vivir sin movimiento). Desde entonces, su único deseo es terminar con su vida dignamente, y en este proceso la llegada de dos mujeres alterará del todo su mundo y experiencias: Julia, una abogada que apoya su lucha en lo legal, y Rosa, una chica de pueblo convencida -a su modo- de que vivir merece la pena. Conocimiento. Experiencia. Amor. Personalidades comprendidas e incomprendidas, principios cuestionados, y un deseo de muerte que no cesa: el amor visto a través de los ojos de una persona que no quiere amar, y que afirma que sólo la persona que de verdad le ame será la que le ayude a realizar ese último viaje anhelado, ese viaje al mar, donde una vez estuvo a punto de morir ahogado.

Interpretada de forma magistral por un Javier Bardem que muestra una vez más que es, sencillamente, el mejor actor español que existe, en un rol complicado (no sólo por el sorprendente maquillaje, sino por el hecho de limitar la expresividad a un rostro, una mirada, y al juego de diálogos de un tenaz hombre que sufre y llora riendo) y humanamente duro, la cinta tiene también roles co-estelares y de apoyo más que logrados: Belén Rueda (Julia; maravillosa y clásica, en el apoyo dramático y reflexivo) y Lola Dueñas (Rosa; con una sonrisa que llena la pantalla y contagia la parte dulce de este melodrama) forman los dos vértices del complejo triángulo amoroso que se forja paralelo al deseo de morir, mientras que una magistral Mabel Rivera (Manuela) cuida con rostro tierno y firme la estabilidad de una familia donde todos actúan correctamente.

El guión, con el humor e ironía constantes de Sampedro, ofrece un justo equilibrio entre drama y sonrisas, con diálogos que refuerzan el estado tetrapléjico a partir del sarcasmo, y con tonos dulces, con amor y reproche dibujados en la voz y forma de enfrentar la historia de cada uno de los personajes e hilos. Con frases en catalán y en gallego, el ámbito local es reforzado, y en el global, por encima de los diálogos, destaca el enfoque de ensueño de los viajes al mar del protagonista, y la secuencia del accidente, un triste e implacable momento que marca con fuego (y dentro del agua) la vivencia vital/mortal que cambia la vida de golpe (nunca mejor dicho).

La música, como siempre obra del mismo director, es hermosa y un apoyo perfecto a la propuesta: los tres personajes principales son acompañados por un tema propio que reaparece (Ramón es un híbrido entre el tema clásico de Julia y el festivo y gallego de rosa), y el score es una fuerza tan poderosa como las imágenes. El vuelo sobre Galicia, o el mar, tienen en los instrumentos un compañero fiel, una voz más en este viaje, junto con las selecciones de ópera que forman parte de la banda sonora, con arias y clásicos que tocan el corazón y lo consuelan o fortalecen.

En un todo, la forma se nos ofrece técnicamente limpia y cercana a lo perfecto, con un ritmo creciente (a pesar de un inicio ligeramente flojo, y de unos títulos iniciales que a mi gusto carecen de la fuerza que debieran) y acertado (el final es simplemente sublime) y lo que se le cuestionará es el fondo, pues los únicos peros de la cinta son asociados a este fondo: el hilo conductor, ficticio y hermoso, rinde un tributo demasiado amplio a la idea central, y se apoya demasiado en las lágrimas que desea causar, descansando mucho en el hecho de drama y lacrimógeno, dejando ciertos elementos narrativos a medias. Sea lo que sea, se trata de una obra que merece honores diversos.

Una cinta que marca un cambio drástico de estilo en la filmografía de Amenábar, definitivamente uno de los mejores directores y compositores que existen. Si bien es cierto que no se trata del mejor filme de este genio detrás de las cámaras, será recordada como un cambio drástico de género, y como un tributo de roles notables, un canto marino a la tierra, al origen, a la pertenencia, a la libre voluntad.

El debate está servido; la historia de Sampedro es ya conocida, pero la temática a flote (y mostrada con un drama dulce) dejará -como siempre- sensaciones encontradas. El poema (que aparece en el trailer, y al final de la cinta), es tan hermoso que duele, una síntesis clara de la sensación de vida y el deseo de muerte asociado a la dualidad de vivir muriendo poco a poco.

Un logro más que digno, una experiencia de vida que llega con oleaje; un poema hermoso de forma y fondo; un film memorable…

6 respuestas a «Mar Adentro»

nadie puede juzgar las decisiones de otra persona, porque simplemente no estamos en su lugar, no hemos pasado ni unn segundo de su vida y de sus sufrimiento, si tan solo nos golpeamos un dedo y es como si murieramos, que sera del sufrimiento que tienen muchs personas y durante todos los dias de su vida. solo de ellos es la decision y es su cuerpo y asi como dice ramon sampedro, la vida es un derecho no una obligacion. dios lo tenga en el cielo,

negativistas,,, siempre con ganas d morir… el ser humano es el unico animal del mundo que necesita motivacion para vivir… triste.. que le falta a la vida del humano para vivir completo??… q mas.. DIOS,.. la parte espiritual es la q sana realmente, el desarrollo humano debe ser espiritual no intelectual.. egoistas intelectuales solo piensan q la vida es dinero y logros…pss

es verdaderamente sorprendente las cosas que se relacionan con la vida pero esta pelicula es sumamente sorprendente

pues si de verdad que se ralaciona con la vida diaria, yo estuve relacionada con lo que queria ramon, de ya no seguir viviendo pero yo escogi la vida.

nadie puede juzgar sus decisiones por es el el q tiene q cargar con el dolor y el sufrimiento.
como dice ramon la vida es un derecho no una obligacion

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