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Robin Hood

Es interesante pensar que, a pesar de que todo el mundo ha visto ya múltiples versiones de las aventuras de Robin Hood, el director Ridley Scott ha logrado presentarnos al héroe como nunca antes había sido mostrado, yendo a los orígenes de su leyenda y, al mismo tiempo, manteniendo algunos elementos comunes al imaginario eternamente asociado al arquero, el famoso icono defensor de los pobres y ladrón de los ricos.

Inicio con la aclaración ya que esa mezcla será justamente la piedra de toque donde se valorará la cinta: una historia épica asociada al inicio de una leyenda contra la ausencia de la imagen clásica de un Robin Hood vestido de verde (y con mallas).

Los amantes de la épica y las cintas de aventuras (con castillos sitiados y arqueros haciendo su trabajo) no saldrán desilusionados y tendrán además una historia inteligentemente escrita, muy bien editada, y con una ambientación que no cae en los excesos visuales habituales de las cintas épicas/históricas recientes. Por otra parte, los que busquen una versión ‘clásica’ de Robin Hood se enfrentarán a algo mucho más serio: la cinta actúa como una especie de precuela de las historias que todos conocemos, y trata del origen de la leyenda más que de la leyenda en sí, sin que por ello olvidemos en ningún momento las bases de lo que gusta a todos de Robin Hood: un contexto medieval de batallas, impuestos y pueblos asediados, tiros imposibles con el arco y frailes que gustan del aguamiel mientras se bebe y se canta hasta el hartazgo.

Al igual que ya se hizo con el Rey Arturo en la cinta King Arthur se parte de cierta base histórica que pueda servir de pie a la leyenda que conocemos del arquero, aún a costa de parecer algo menos Robin Hood de lo que podría si se hubiera elegido por una narración clásica mil veces ya vista (un enfoque similar al de un Batman Begins, en cierto modo). Es decir, no busquen a Little John peleando con Robin sobre un tronco en el río. Esta vez, se trata de mercenarios que se ven ligados por causas ajenas a ellos y que, al mismo tiempo, resulta tan creíble en el global que la anécdota del río parecerá demasiado ficticia para nuestro gusto al terminar la proyección. El director Scott, en su quinta colaboración con Russell Crowe nos ofrece al Gladiator esta vez con el rol de Robin Longstride, un arquero que cambiará su vida tras su paso por Nottingham, motivado en parte por un interés romántico en una redefinida Lady Marion que tiene más de sirvienta y nuera que de lady (Cate Blanchett) y por una historia que se relaciona con los conflictos y derechos de los señores feudales y su relación el Rey.

Omito intencionalmente la trama (por ejemplo, la causa y la forma en que Robin Hood regresa a Inglaterra, o la razón por la que ha de llegar a Nottingham tras su regreso) pues mi recomendación, como casi siempre, es la de ir sin saber mucho más que lo básico. En este caso en el que se trata de una historia distinta a la más popular, el consejo tiene -me parece- doble valía.

Con secuencias bélicas bien logradas (y algunas que llegan a ser tremendas, será imposible que no se comparen ciertas secuencias del desembarco con Saving Private Ryan, como una muestra del nivel visual al que se llega) y con un gran diseño de producción (bien detallado, y moderado si comparamos con las aspiraciones estéticas de un Gladiator), el contexto de Inglaterra después de las Cruzadas sirve a la historia, y no al revés, y el mérito de la narrativa se comparte con todos los actores, quienes hacen que ciertas partes simples resulten ricas por los roles en sí. El elenco incluye, entre sus destacados, a nombres de la talla de Max von Sydow (Sir Walter Loxley), William Hurt (William Marshal) o Mark Strong (Godfrey), todos con una brillante interpretación de los seres del mundo narrado en la cinta.

El guión de Brian Helgeland (L.A. Confidential, Mystic River) es una brillante pieza que logra que la cinta no resulte larga y que, por el contrario, termine dejándonos con ganas de ver más. Mucho más. Inteligente, con un adecuado toque de humor en ciertas partes como acompañamiento de la aparente seriedad de los temas contados (el despertar tras la fiesta medieval de los compañeros de Robin en Nottingham, por ejemplo), la leyenda es contada con buen ritmo (algún exceso de diálogos en algunos puntos es el único fallo real del guión, ya que pocos buscarán exactitud histórica) y todo conduce a un brillante cierre que actúa como la guinda del helado. Por cierto, la batalla final –sin duda- dará de qué hablar.

Hablando de los fallos (además de ciertos diálogos, como ya mencioné) en momentos puntuales quizá se pudieron dar más guiños a los símbolos clásicos (el rol del sheriff de Nottingham queda en medio de varias cosas, por ejemplo) o se pudieron haber alargado algunas secuencias de acción, aunque no por estos puntos se afecta el resultado final.  Definitivamente se trata de una película que vale completamente el dinero pagado por la entrada.

Concluyendo, la recomendación es simple: salgan disparados (como flecha del arco) hacia las salas. Es momento de ver el nacimiento de la leyenda de Robin Hood en una versión que jamás se ha visto.

No olviden quedarse a ver los créditos finales. La animación y el estilo artístico, en la línea de la introducción de la productora Scott Free, valen mucho la pena.

Una respuesta a «Robin Hood»

Posmodernismo puro. El cine no puede avanzar mas y por lo tanto volvemos a recurrir a historias ya vistas y esto seguira asi hasta que a alguien se le prenda la lamparita y cambie el lenguaje de a poco.

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